“Quien quiera que seas, no importa cuan solo
el mundo se ofrece a tu imaginación,
te llama como a los gansos salvajes, ásperos y excitantes,
una y otra vez anunciando tu lugar,
en la familia de las cosas." - Mary Oliver
Cuando pienso sobre pertenece, pienso en estas palabras de Mary Oliver. Se quedan en mi mente como una imagen de la tierra prometida donde cada uno de nosotros sabremos con seguridad y sin duda alguna que pertenecemos.
Muchos artículos en línea describen el pertenecer como una necesidad humana básica. Los seres humanos necesitan saber que existe un lugar para ellos, que existe un lugar o una relación en la que encajan bien, o que por lo menos lo suficiente para hacernos sentir seguros o en casa: un grupo de personas, un lugar, una persona o uno mismo.
Creo que mi sentido de pertenencia, cuando se basa en la historia que cargo sobre quién soy, está dividida en muchos lugares y personas; pertenezco a más de una persona y más de un lugar. Mi sentido de pertenencia, también es cierto en los espacios creados por los idiomas que hablo, cualquiera de los dos, y su coexistencia en mí.
Dejen les cuento una anécdota:
Cuando tomé la decisión de hacer un posgrado, se me ocurrió una brillante idea y un plan ambicioso de aprender el equivalente del conocimiento popular que alguien de mi edad que creció en Estados Unidos tendría. Es decir, décadas de música popular, programas de televisión, libros, revistas, moda, costumbres, etc. Quería hacer esto porque estaba consciente de que me silencio cuando las personas a mi alrededor compartían este entendimiento mutuo de las cosas, me delataba. No podía fingir ni hacerles creer que sabía más de lo que en realidad sabía y me temía que eso significaría que no pertenecía. Hay una conexión fuerte e invisible que ocurre cuando las personas se dan cuenta que tienen cosas en común con otras personas en un grupo de personas; hablan con mayor volumen, se ríen, sus ojos brillan, apuntan y hace gestos con las manos para dar más detalles de la historia mientras los otros asienten o dicen "sí, sí". Hay un sentido compartido de pertenencia, aunque sea breve. Y yo no quería sentirme excluida de esos momentos de conexión.
También quiero mencionar que hay muchos en nuestras comunidades y sociedad que por mucho tiempo se han visto privados de vivir este sentido de pertenencia. Saber lo que se siente pertenecer a un grupo, sentirse conectados con otros o con un lugar no es una experiencia universal. He leído y escuchado a algunas personas jugar con la palabra pertenecer e indicar que las palabra apunta a un estado del ser que desear algo más, algo más grande que nosotros mismos.
Nosotros, los seres humanos, también tendemos a tener un sentido de falta de pertenencia, como no encajar o sentirnos limitados y sin poder ser nosotros mismos. Entonces es que evitamos esos lugares y gente y, aunque no hablemos de ello, terminamos convenciéndonos de que no pertenecemos ahí y que, por lo tanto, no hay necesidad de regresar.
Pertenecemos por afiliación, apellido, origen a grupos específicos con los cuales podemos o no identificarnos, pero también pertenecemos a la gente, los lugares, los momentos que hacen feliz a nuestros corazones: a donde sabemos, sin duda alguna, que somos o que hemos sido amados.
Para concluir, y con toda honestidad, la idea de pertenecer que más entretiene a mi imaginación es la que ha sido compartida por los místicos; que pertenecemos a un Amor Ancestral, a la Divinidad, al Universo, al Misterio Transcendente de la Vida que nos llama hacia sí, que nuestra existencia es parte de un todo, uno con el todo y que esta pertenencia no depende de nuestros apellidos, nuestro lugar de origen, la aprobación de los demás, nuestras identidades o lo que sea que podamos añadir a nuestra historia de vida, sino que es solo un hecho de estar vivos, que somos parte del todo, que pertenecemos a ese Amor Ancestral, ya sea que comprendamos completamente esa idea o no.
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