Llevo años buscando el amor, porque estaba segura de que tenía que verse y sentirse como lo veía en mis sueños. Cualquier cosa que se presentara que no fuera la fiel imagen de mis sueños, no era más que una imitación o una alucinación.
El amor me dejó esperando, soñando, anhelando. Me dejó creando historias, imaginando encuentros, esperando, esperando y esperando.
Por lo menos eso creía. Porque el amor me veía a los ojos todos los días y yo no lo veía. Me había equivocado de tarea, no me correspondía encontrar al amor sino reconocerlo. ¿Cómo iba a imaginar que el amor que esperaba se escondía en lo ordinario? Que no haría entradas sorprendentes ni demasiado ruido. Lo reconocí en su constancia, en su aparente resistencia, en su existir a pesar de mi incapacidad de verlo.
Mi tarea era la de detenerme un poco y despojarme de las ideas que la sociedad había logrado convencerme. Y cuando mis ojos se abrieron y lo vi, no me quedó duda de que era él y que ya nos conocíamos de hace tiempo. No era nuevo sino conocido, cercano y haciendo sentir en casa.
**Este es uno de cinco borradores que empecé a escribir y no había terminado. Tal vez lo que me había llevado a empezar esta entrada no esté tan presente en mí porque mi memoria últimamente no recuerda tanto, pero me he decidido a ir terminándolas una por una.
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