He estado pensando en lo complejas que son las conexiones y relaciones humanas. No sólo las cercanas a nosotros en nuestras familias y amigos, sino también las que son aparentemente ordinarias y a menudo percibidas con poca importancia; las conexiones que hacemos en el trabajo, la escuela, los clubes y los lugares que frecuentamos.
Y he estado pensando en esto porque, como ya sabrán, recientemente dejé un trabajo que me fascinaba. En mi último día, mientras celebrábamos una pequeña fiesta de despedida en la oficina de capellanes, un par de enfermeras de la unidad de oncología a la que estaba apoyando aparecieron con el cartel que ven aquí. No era un secreto que esa era la unidad que yo más disfrutaba. Al llegar, me contaron algún recuerdo favorito de mi trabajo con los pacientes y yo les dije, también, cuánto admiraba su labor de amor y cuidado. Otras personas también vinieron a despedirse. Un colega me preguntó cómo me sentía al ser el centro de atención y le expliqué que no me sentía así. Al contrario, sentí que me dieron la oportunidad de ver los rostros de personas con las que disfruté interactuar durante mi tiempo allí. Personas que ya tenían algo de mi cariño reservado para ellas.
Lloré, algunos de ellos también lloraron. Salí de la oficina con regalos y notitas de los que asistieron. Me encantó tener este trabajo. Ha sido uno de los trabajos más gratificantes y hermosos que he tenido. Este trabajo me transformó de maneras muy profundas. No soy la misma persona que era hace tres años. Pero la parte más hermosa de esto es que mi ser ahora está impregnado con la marca del amor y la sabiduría de quienes se cruzaron en mi camino.
Permitirnos estar abiertos a la belleza de la conexión humana logra esto. Las conexiones que hacemos no son ordinarias ni insignificantes. Pueden ser temporales, eso sí, porque todo lo relacionado con estar vivo es temporal, pero no por eso carecen de valor. ¿Te ha sorprendido la presencia de alguien en tu vida que te dejó una enseñanza profunda o compartió su sabiduría contigo? ¿o al ser testigo de sus batallas y sentir que tu corazón abrirse a esa persona para ofrecerle cuidado y compañía por un momento?
Utilicé la palabra complejas porque no siempre tenemos claro el impacto de nuestras interacciones con otras personas. Por ejemplo, la persona que te llevó a casa cuando te quedaste varado, o la que te hizo enojar cuando te cortó el paso o te malinterpretó. Es innegable que nuestras interacciones con los demás nos moldean. No vivimos en compartimentos estancos e insensibles, existimos en una red de conexiones y desconexiones que moldean nuestra comprensión del mundo y nuestra forma de mostrarnos en él.
En mi último día, un compañero de trabajo me dijo, con un tono melancólico, “Conexiones, las hacemos y las dejamos”.
“Sí”, dije, “y también nos hacen a nosotros en el proceso”.
“Es verdad, es verdad”, respondió.
La red que somos es el tapiz de nuestras vidas entrelazadas con las vidas de los demás, aunque sea brevemente. Llevamos dentro de nosotros los momentos de conexión con otros seres humanos. Influyen en nuestro ser en el mundo y nuestro ser con otras personas. En mis conversaciones con la gente, a menudo compartían historias de cómo un extraño los ayudó en un momento de necesidad, también compartían la sabiduría que tenían de personas que amaban, mencionaban a un compañero de trabajo que les enseñó algo en particular o compartían sus conocimientos al observar la atención que estaban recibiendo del equipo médico.
Nuestras interacciones con el mundo y los demás son mutuas, ya sea que seamos conscientes de ello o no. Nuestros cerebros evolucionaron para crear conexiones y, a medida que las personas aparecen en nuestras vidas más de una vez, empiezan a ocupar un lugar en el mapa de nuestro mundo; algunas de formas más prominentes que otras. Hay un suceso misterioso en los espacios entre nosotros que a menudo escapa a nuestra conciencia en el momento, pero sus frutos se nos revelan en retrospectiva.
Las conexiones, las hacemos y las dejamos. Las dejamos pero no nos vamos intactos; en el proceso, somos creados, marcados y, a veces, profundamente transformados por ellas.
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