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Incense

Más que palabras

Poesía, textos selectos, inspiración y demás. 

Primero, el movimiento

En el principio fue el movimiento.

Primero...el aliento,

El aliento de Dios vivo en nosotros; expandiéndose y contrayéndose, células, tejido, pulmones, pecho, abdomen. El ritmo de la vida fluyendo y refluyendo en nuestro interior, conectándonos con toda la Vida.

El latido de un corazón que se mueve en nuestro interior, que late, imperceptiblemente, debajo de nuestra piel y alrededor. El tamborileo de la vida

No, la palabra no fue primero. El movimiento vino antes que el lenguaje; ojos moviéndose, piernas estirándose y pateando, los brazos elevándose. El movimiento de los ríos que fluyen por nuestras venas, en el sudor cuando nos movemos en el sol, el agua que limpia y cura, el agua que nutre la vida en el útero. El movimiento prenatal en patadas y vueltas, en dedos estirándose. Luego, emergiendo a la vida; pulmones, garganta y boca que se abren.

Nos movimos antes de poder hablar. Notamos a través de la vista y el tacto, antes de poder nombrar las cosas que estábamos viendo. Sentimos antes de poder saber lo que estábamos sintiendo. Nos movimos para descubrir el mundo, para explorar y conocer.

Antes del lenguaje, nuestros antepasados ​​replicaban el sonido del tambor de nuestros corazones y permitían que sus cuerpos se movieran al ritmo de este; extáticos, se convertían en el punto de encuentro de lo humano y lo divino. Antes de que Dios existiera fuera de nosotros, la encontrábamos en nuestro interior.

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