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Regresar a mí

Actualizado: 5 nov 2022


Estoy agradecida por mis prácticas espirituales. Me permiten expresar mi gratitud cada mañana: por el nuevo día, por todo lo que se me da y también fijar mi intención para el día: estar plenamente presente, ser guiada en mis palabras y acciones. Pero últimamente he llegado a comprender otro regalo que viene de ellas; son un ancla, el hilo dorado que, cuando me siento perdida, pueden guiarme de nuevo a mi centro.


No hay una llegada final en esta experiencia humana, en el momento en que sentimos que hemos llegado a algún lugar, una nueva experiencia, un nuevo lugar, alguien que conocemos nos sacudirá. Para mí, y quizás también para ti, pueden resurgir viejos patrones, viejas heridas, viejos miedos. Me he encontrado sumergida, ya unas cuantas veces, en la niebla de la confusión que llega con esos momentos en los que podemos sentirnos superados por las cosas que creíamos ya resueltas o por la intensidad de una nueva experiencia. Ya no lucho contra esto, simplemente lo dejo ser. He aprendido a abrazar mi vulnerabilidad y la ternura que surge de los momentos de confusión con compasión y cuidado.


Puedo perderme durante unos días, a veces semanas, y luego vuelvo gradualmente a mí misma a través del canto, la oración, la contemplación o la suave fragancia del copal. Mis prácticas espirituales han resultado ser una herramienta poderosa no solo para ayudarme a conectarme con todo lo que es, sino también para guiarme de regreso a mi centro cada vez que siento que me han tragado toda la incertidumbre, la confusión y los desafíos que a menudo trae la vida.


Creo que cada vez que vuelvo soy más compasiva y más amorosa porque en el proceso de perderme y volver he aprendido y entendido algo nuevo sobre esto de ser humano.





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