Imperfección

Antes de la pandemia, cada decisión, cada paso, cada novedad para mejorar requería de meticulosa exploración de decisiones. Por ejemplo, en mi trabajo pasamos un par de años explorando la posibilidad de que nuestros servicios pasaran en vivo en redes sociales. También, de las múltiples cosas que yo "quería" o tenía que hacer en casa, yo encontraba miles de excusas -convincentes para mí por supuesto- de por qué no podía suceder. Siempre me hacía falta espacio, equipo, tiempo, etc.

Y de repente, con la orden de quedarnos en casa se fue también la necesidad de perfección. Aunque he de confesar que la perfección nunca ha sido mi meta, nunca he creído en ella, pero sé que el mundo parece girar alrededor de esta ilusión.

No hubo tiempo de preguntarnos si el perfil a la cámara era el correcto, si teníamos que ser o vernos de cierta manera. Solo hubo tiempo para experimentar y permitirnos aprender en el proceso. No hay lugar para expertos, solo para aventureros.

Lo importante de experimentar era encontrar dicha en el proceso y aprender a gozar de las cosas. Y fue entonces que me entregué con soltura a este nuevo placer de hacer y crear sin expectativas del producto final...lo más importante era el proceso.

Un día intenté hacer tortillas de harina, leí una receta y, como es mi costumbre, no seguí del todo las instrucciones. ¿El resultado? algo más parecido al pan sin levadura, pero de hojaldre que tortillas de harina. Probamos y nos reímos del intento.

Y al volver a experimentar, algo más parecido a las tortillas de harina, por lo menos en sabor aunque no tanto en forma :) ¡Ah! pero el dulce placer de escuchar a mis hijas pedir más.

Estos tiempo de incertidumbre, de vivir en espacios de transición, en los que no podemos ver más allá de los momentos presentes...son tiempos para entregarnos del todo a los pequeños placeres de la vida que nos permiten explorar, experimentar, tratar cosas nuevas sin sentirnos apegados al resultado, sin esperar más que el regocijo de haberlo intentado.