Ya llevamos varios días de distanciamiento físico aquí en el área de San Diego. Yo he estado trabajando desde casa y no me ha permitido tomarme tiempo para escribir, pero espero poder hacerlo más.
Estos primeros días han sido los días de ajustes. Las medidas preventivas tomadas por nuestro gobierno no me tomó de sorpresa, ya lo veía venir al seguir las noticias globales. Pero permítanme regresar a los ajustes. Mi trabajo, que require de constante interacción con los miembros de la iglesia, de repente se vio afectado por la necesidad de permanecer a distancia. Los siguientes días me dediqué a buscar maneras de ayudar a mi comunidad a comunicarse en línea. Horas y horas en la computadora, en llamadas, creando un equipo para llamar a todas las personas, dando mini lecciones de uso de tecnología.
Nuestra vida como comunidad se mudó a espacios virtuales. Y de vez en cuando nos reunimos en línea, viendo nuestros rostros en la pantalla, sabiendo que esta es una manera de mantenernos en contacto y extrañarnos un poco menos.
En casa, nuestra rutina también se alteró. Mis hijas y pareja en casa han tenido que adaptarse a la realidad de que aunque estoy en casa sigo trabajando. Pero mi primera sorpresa ha sido esta de estar en casa.
Antes de esta pandemia, nos habría resultado difícil imaginar que el mundo pudiera detenerse de esta manera. Esta pandemia ha creado lo imposible, y nos ha demostrado que lo imposible no lo es tanto. Las citas y reuniones importantes que parecían no poder posponerse, ahora han tomado un lugar secundario. De repente, nuestras prioridades han cambiado, de manera radical.
Los ídolos populares ya no son los artistas ni los millonarios sino los trabajadores que mantienen las tiendas abiertas, los trabajadores de salud que están al frente de esta batalla, por los conserjes, por los voluntarios en los centros de distribución de comida, por los maestros que siguen trabajando desde casa. Lo imposible ha ocurrido.
También estoy consciente que seremos testigos de un gran cantidad de sufrimiento. Hemos vuelto a descubrir lo vulnerable que somos y al volvernos conscientes de esta profunda verdad, también empezamos a redescubrir lo conectados que somos, el cómo dependemos de los demás y que para estar bien, también los demás tienen que estar bien.
Por último, mi misión en estos días es la de encontrar belleza en todos lados. Empiezo mis días y los concluyo reconociendo todo lo que hay de bueno en mi vida y me permito regocijarme en los momentitos de sorpresa en los que la belleza de la vida se me revela, ya sea en la oportunidad que la tecnología nos permite seguir relacionándose o en lo inimaginable de poder jugar con mis hijas los juegos de mi infancia que, hasta hace unos días, parecían obsoletos.
¿Cómo están pasando ustedes sus días? ¿Qué les da esperanza? ¿Qué sabiduría han adquirido a partir de esta experiencia? Déjenme saber.
Комментарии